Los llamados RAE (Radio Astronomy Explorer) tendrían como objetivo “escuchar” el ruido cósmico en la longitud de las ondas de radio, y para ello estarían dotados de antenas particularmente largas. Objetivos prioritarios serían el Sol, Júpiter y la propia Tierra. El satélite, que fue encargado a la empresa Fairchild Hiller, tenía aspecto cilíndrico y medía 91 cm por 79 cm. Poseía un par de paneles solares que alimentaban baterías de níquel-cadmio, las cuales a su vez mantenían activos a varios tipos de receptores de radio y sensores diversos, aportados por el centro Goddard, responsable de la misión.
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El satélite detectó potentes radiofuentes procedentes del plano galáctico de nuestra galaxia, la Vía Láctea, y de objetos que en la gama óptica eran poco brillantes, como púlsares, cuásares y galaxias.
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Desde su atalaya, el ingenio gozó de sus mejores momentos de observación cuando la Luna se interponía entre él y la Tierra, disipando por completo las interferencias procedentes de nuestro planeta. Especialmente interesantes fueron las mediciones realizadas de emisiones procedentes de la Galaxia y de varias otras fuentes cósmicas. Sin embargo, igualmente importante fue la detección de emisiones del sistema Joviano y del de Saturno, o la medición de la intensidad de baja frecuencia perteneciente al Sol. También la magnetosfera terrestre es responsable de emisiones de radio, tal como los instrumentos de a bordo se encargaron de registrar.
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